#ElEstante

Amamos el cine. Esta afirmación entraña un gran número de interpretaciones e implicaciones: amamos ciertos tipos de cines, de experiencias, de emociones. Pero, por regla casi general amamos también el recuerdo de las sensaciones primigenias, que a menudo obtuvimos a través de un puñado de cintas que no escogimos, que llegaron a nosotros como caprichos de la cultura y se volvieron parte reconocible de ella.

El cine es una de las artes que más impactan a nuestros sentidos. Pocas cosas logran la magia que nos produce el buen cine: trasladarnos a escenarios desconocidos, soñados, imaginados o simplemente inventados. Desde muy pequeña las películas llamaron mi atención como creo que le ocurre a muchos niños y niñas; el juego de emociones es para mí, un buen ingrediente para considerar que una producción cinematográfica es realmente una buena película.

¿Qué esperas del libro al leer su portada?

La carrera de Wes Anderson, director de algunas de las películas más queridas del siglo, es un ejemplo de estilo, obsesiones y cuidado en los detalles. Su fórmula estilística es bien reconocida y celebrada en clásicos modernos como El gran hotel Budapest. Es extraño entonces, que después del éxito que ha supuesto, sus dos últimas no hayan llegado a las grandes audiencias mexicanas, sino que, casi ocultas, hayan llegado a cines selectos. Me refiero a Isla de perros, animación en stop motion nominada al Oscar, y ahora La crónica francesa, disponible en salas de cine.

Dos eventos me han hecho regresar en estos días a Chernobyl, miniserie de HBO estrenada hace dos años: el reciente estreno de una película-respuesta (muy mala) incentivada por el gobierno ruso, y el nombramiento de la serie como una de las mejores de lo que va en el siglo, ubicándose en el puesto 15, arriba de sucesos como The Crown, Black Mirror o The Office.

La vida nos depara cambios y desafíos constantes. La adolescencia misma es un desafío enorme: ¿Estamos solos ante ella? ¿Puede la escritura ayudarnos a atravesar por sus dificultades?

En Los muchachos no escriben cartas de amor, Brian Keaney escribe sobre un chico de nombre Mateo, de 11 años, quien cursa la secundaria y tiene una vida curiosa; como cualquier joven tiene muchas dudas, inquietudes, incomodidades y cambios.

¿Puede la ciencia ser divertida? Como profesor no sólo creo que sí, sino que estoy convencido de ello e intento demostrarlo a menudo a los estudiantes. El mundo del entretenimiento se ha sumado en ocasiones a la cruzada por demostrar esta tesis, dándonos referentes tan entrañables como “El mundo de Beakman”, o tan desopilantes como “La ciencia de lo absurdo”. Navegando en las profundidades de Netflix se encuentra una interesante propuesta que vale la pena sumar a la lista: “100 humanos”.

Existen dentro del arte cinematográfico una serie de subgéneros cuyo público específico se encuentra no entre quienes desean ver una buena película, sino entre quienes esperan escapar de la realidad durante un par de horas, sonreí, llorar un poco y al final sentirse mejor, con la certeza de que siempre hay esperanza. En el argot anglosajón, este tipo de películas se conocen como feel-good movies y, por sus características, es fácil que nos resulten entrañables, ayudándonos a empatizar con personas y situaciones que de otra forma sería más difícil hacerlo.

Después de hacer un trato con la oscuridad, Addie intercambia su alma para poder ser libre y poder explorar el mundo. Sin embargo, ningún trato está exento de consecuencias, la oscuridad le dará lo que siempre ha deseado, pero le quitará algo que ella anhelará durante toda su vida: la posibilidad de ser recordada. Addie abandona su pequeño pueblo natal en Francia del siglo XVIII y comenzará un viaje que la llevará por todo el mundo mientras aprende a vivir una vida en donde nadie la recuerda.

El 19 de diciembre de 2011, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña. La declaratoria pareciera, para muchos, no tener un sentido amplio en un calendario conmemorativo que ya cuenta con dos fechas importantes: El día del niño y el de la mujer, sin embargo, un repaso a la historia y el contexto mundial nos demuestra que poner el foco en la infancia de las chicas no sólo es justificado, sino necesario para construir un mundo mejor para ellas y para todos nosotros.